sábado, 10 de mayo de 2008

El cuerpo y sus vicisitudes (1a. parte)

El cuerpo y sus vicisitudes

"El psicoanálisis implica por supuesto lo real del cuerpo y de lo imaginario de su esquema mental"
J. Lacan[1]

El cuerpo, un supuesto del psicoanálisis. ¿Un supuesto saber, un supuesto extraño? Hay una multitud de preguntas que pueden formularse acerca del cuerpo y su lugar en la teoría y la práctica del psicoanálisis. En lo que sigue, intentaremos acercarnos a alguno de los recorri­dos posibles a los que esas preguntas nos lle­van. Tratar de pensar al cuerpo no sólo como un "fenómeno" ni tampoco como una imagen que su­puestamente debería descartarse, sino como una cuestión que nos atañe en tanto analistas.

I.

"El acto inconciente ejerce una intensa influencia plástica sobre los procesos somáti­cos"
"El Icc constituye la auténtica mediación entre lo corporal y lo anímico."
S. Freud a G. Groddeck[2]

Alma y cuerpo : distinción clásica que de múltiples maneras se ha reiterado a lo largo de siglos de cultura, sufriendo innumerables inten­tos tanto de afirmación como de confutación. Alma y cuerpo, distinción que fue planteada tanto en términos de complementariedad dialéc­tica como de oposición insalvablemente contra­dictoria . Tanto se intentó reunirlos como se­pararlos tajantemente, ambas actitudes defendi­das con encendida pasión.
A primera vista, esta parece una cuestión ajena al psicoanálisis. Sin embargo podemos afirmar que aparece, bajo varias formas, en el discurso de los psicoanalistas, comenzando por el mismo Freud.
¿Cómo entender que "el Icc constituye la auténtica mediación entre lo corporal y lo aní­mico"? En este enunciado podemos subrayar algu­nos puntos. En primer lugar: lo Icc[3] se di­ferencia de anímico y de alma, términos que, sin embargo, Freud utiliza por doquier. Suponiendo que no tomaba al alma en sentido religioso sino en uno más filosófico-psicológico (sustancia que da vida, que anima la materia), este alma esta­ría tan separada del cuerpo como de lo Icc.
En segundo lugar, que el Icc sea la autén­tica mediación, ¿implicaría que puede haber fal­sas mediaciones? ¿Qué quiere decir aquí au­téntica?
Debemos situar esta frase en su contexto. Freud responde a una carta de Groddeck en la que este le solicita su reconocimiento como psicoa­nalista. Para obtenerlo, relata su cambiante experiencia con los textos freudianos y su par­ticular apreciación y utilización de ellos. En esa carta dice Groddeck: "... el cuerpo y el alma constituyen una cosa común, en ellos se en­cierra un Ello, una fuerza por la que somos vi­vidos mientras creemos que somos nosotros quie­nes vivimos... Desde un principio he rechazado la separación entre dolencias corporales y aní­micas, he tratado de tratar al hombre individual en sí, y al Ello que hay en él, he intentado, en fin, hallar un camino que conduzca a lo intran­sitado e intransitable"[4]. Cuenta sus expe­riencias con pacientes, incluyendo algunos lo­gros, y de como se topó con la transferencia y la resistencia. Concluye preguntando a Freud si le parece lícita esta ampliación del concepto de inconciente.
Freud responde rápidamente: "hace mucho que no he recibido una carta que me haya ale­grado e interesado tanto", y dice que le escri­bir con "sinceridad analítica". Unas líneas más abajo da su veredicto: "tengo que afirmar que es Ud. un espléndido psicoanalista que ha comprendido plenamente el núcleo de la cuestión. Quien reconoce que la transferencia y la resis­tencia constituyen los centros axiales del tra­tamiento pertenece irremisiblemente a la horda de los salvajes." Freud aprueba y suma un dis­cípulo. Incluso, extendiendo su sinceridad, le hace una confesión: "no es preciso ampliar el concepto de Icc para abarcar sus experiencias relativas a afecciones orgánicas. En el artículo que Ud. menciona (“Lo inconciente”) hallará una breve nota: "Guardaremos para otro contexto la mención de otra prerrogativa importante del Icc". Quiero confesarle lo que aquí me reser­vaba: la afirmación de que el acto inconciente ejerce una intensa influencia plástica sobre los procesos somáticos(...)"[5].
En rigor, nos cuesta decir qué es lo in­confesable de esta "confesión". Desde sus pri­merísimos artículos referidos a la histeria y a los mecanismos conversivos, esto estaba clara­mente expuesto y publicado. Dos preguntas en­tonces: ¿por qué Freud se reserva para esta oca­sión lo que no publica en ese lugar?; y ¿por qué piensa que Groddeck podría ser capaz de es­cuchar esta afirmación que casi resuena como una pregunta? ¿Pregunta por los misterios de "lo somático", ante la cual Groddeck aparecería como apto para despejar?
De todos modos y junto con su entusiasmo Freud también le expresa sus reservas críticas: "¿Por qué desde su bonita base se arroja Ud. a la mística, suprime la diferencia entre lo aní­mico y lo corporal, y se aferra a teorías filosóficas que no vienen al caso?... Es cierto que lo Icc constituye la auténtica mediación entre lo corporal y lo anímico, acaso el tanto tiempo buscado "missing link". Mas, que al final lo hayamos descubierto no nos permite ver más le­jos... Me temo que sea Ud. también un filósofo y tenga la inclinación monística de menospreciar las bellas diferencias de la naturaleza en aras de la seductora unidad. ¿Acaso con ella nos li­bramos de las diferencias?"[6].
Freud se deja tomar como maestro, acepta, en cierto modo, la transferencia de Groddeck, deja lugar a un despliegue. A esto Groddeck responder profusamente, tanto en sus declara­ciones de amor a Freud como en su producción es­crita, de una abundancia y variedad notables (cartas, artículos, libros completos, incluida una novela, quizá lo que más agradó a Freud). A lo largo de toda su correspondencia, Freud no pierde oportunidad para amonestar a Groddeck por su tendencia al misticismo a la vez que lo in­centiva a presentar sus escritos teóricos o li­terarios ante el resto de los psicoanalistas. Podríamos decir que si bien rechaza de plano la intención místico-monista de fusionar alma y cuerpo, se interesa por lo que Groddeck dice in­tentar: reubicar al cuerpo en un más allá del discurso médico, plantear un Ello que excede al voluntarismo científico desconocedor no sólo del inconciente sino del alma misma.
La medicina (y no sólo la actual) siempre ha encontrado sentidos en y para el cuerpo. La­can, en el Seminario XI, dice: "En el límite, la ciencia primitiva sería... una especie de téc­nica sexual... Tan solo que llega un momento en que la amarra con la iniciación sexual del meca­nismo se rompe... y esta ruptura se realiza tanto más tarde cuanto más implícita, menos se­ñalizada, está la función del significante"[7].
Es sabido que a partir de Freud el cuerpo se ha desamarrado de lo puramente biológico[8]. Así como el instinto de la biología ( o de la psicología) deja paso a la pulsión (Trieb), así también el cuerpo deja de ser el organismo concebido como una máquina cuasi-perfecta con leyes cognoscibles y predecibles. El cuerpo deja de ser esa unidad cientifizable, se frag­menta en el mismo momento de soltar amarras.
Agreguemos que ese soltar amarras de Freud con respecto al saber médico-biológico es, si­multáneamente, un quemar las naves: no hay re­torno posible ya. Entonces, ¿de qué se trata cuando en psicoanálisis hablamos de cuerpo?
La experiencia parece indicar que se trata, básicamente, de un equívoco. El cuerpo (sus apariciones) es equívoco en la clínica; no podría dejar de serlo en la teoría.
Para Freud el cuerpo es un límite, que se revela como tal, en toda su magnitud, al hablar de lo unheimliche, lo siniestro. El cuerpo es lo extraño en lo familiar, pero no por sí mismo (aquí lo enigmático) ni por sus determinaciones biológicas (aquí el desamarre), sino por estar íntimamente vinculado a la sexualidad y a la muerte. Para Lacan, el cuerpo pasa por distin­tos momentos de su enseñanza, recorriendo, no sin dificultades, diversas vicisitudes en su ar­ticulación con lo simbólico, lo imaginario y lo real[9].
No tener en cuenta al cuerpo como equívoco (o dicho de otra manera: como metáfora) o pensar que la cuestión se resuelve de un plumazo di­ciendo que "el cuerpo es imaginario", es no te­ner en cuenta las dificultades que este cuerpo ofrece. Dificultades derivadas, en parte, de la multiplicidad de versiones del cuerpo en la clí­nica. Casi podría plantearse una estilística de estas variaciones: histeria, neurosis obsesiva, perversiones, hipocondría, sindrome de Cottard, "fenómeno psicosomático", etcétera[10]. Asi­mismo, las dificultades para leer ciertas metáforas biológicas[11] en Freud e incluso en Lacan. Motivos suficientes para intro­ducir el equívoco del cuerpo planteado como pre­gunta: ¿de qué se trata cuando se habla del cuerpo en psicoanálisis?

II.
"Si el sentido es lo que resuena con la ayuda del significante, el cuerpo sólo lo hace mediante la poesía. La resonancia es de vacío, de falta, efecto de agujero. Efecto que - no otro - entrelaza los cuerpos de la poesía con la poesía del cuerpo en los bordes de su escri­tura... El sujeto del inconciente no toca el alma sino a través del cuerpo."
S. Glasman[12]

Retomemos la curiosa relación epistolar entre Freud y Groddeck. Podríamos aventurar la hipótesis de que a Freud le resultaba más inte­resante Groddeck como escritor que como médico. De hecho, lo atractivo (a la vez que "peligroso") de la propuesta de Groddeck (y quizás a pesar de él mismo) consiste en esta suerte de trans-biologización del cuerpo, esto es, la posibilidad de leer en un cuerpo enfermo un or­ganismo transfigurado por el lenguaje: un cuerpo que se estructura como un síntoma, por el len­guaje.
Incluso el Ello que propone Groddeck no deja de ser una metáfora que Freud adopta, aun­que luego le dirá que "mi Ello no es el suyo"[13].
Podríamos postular entonces que lo que Freud lee en los planteos de Groddeck son las resonancias de un cuerpo que solo puede ser en­tendido como intermediado por lo inconciente, por las leyes de lo inconciente: condensación y desplazamiento. Hoy podemos agregar: un cuerpo hecho a fuerza de metáfora y metonimia, un cuerpo creado por la retórica que lo intermedia en tanto que, propiamente, lo engendra.
El cuerpo es metáfora porque es cicatriz que viste una desnudez: la desnudez descarnada del significante. El cuerpo es metáfora porque anticipa un plus de sentido inaprensible que evoca el goce imposible de otro cuerpo que ha­bría sido propio. El cuerpo es metáfora porque siempre se lo ubica cuando se trata de sustituir ese goce perdido. Y siendo metáfora, el cuerpo participa de la poesía y de lo mítico[14].
En otra carta a Groddeck, de 1921, Freud escribe: "tengo un talento especial para conformarme con lo fragmentario".
El cuerpo que para la medicina era una ma­quinaria totalizada e idéntica (para la medicina científica todos los cuerpos son El cuerpo, siempre el mismo), desde el psicoanálisis apa­rece fragmentado. Y es por esta fragmentación que se singulariza. Las parálisis histéricas no siguen las vías de una anatomía idéntica que no reconoce diferencias sino que recortan territo­rios singulares dibujando así una anatomía "vulgar", esto es, específica[15]. La unidad natural del cuerpo se fragmenta y "las bellas diferencias de la naturaleza" aparecen insalva­bles, aunque quizás no tan bellas.
Asimismo, el "cuerpo propio" de la psico­logía, sustento de la identidad, se vuelve un cuerpo extraño, un Ello (no como portador de un saber, como le suponía Groddeck, sino como ter­cera persona que, como bien aclara Benveniste, no es ninguna persona). El cuerpo-microcosmos, cargado de significados reveladores del macro­cosmos, pasa a padecer del significante, a per­der sentido, a convertirse, nuevamente, en un problema.
Freud, al comienzo de la epicrisis del historial de Isabel de R., se disculpa porque su exposición sea más literaria que científica[16]. Es que haber escuchado la literalidad de lo que Isabel decía a partir del cuerpo lo llevaba ine­vitablemente a eso. Evidentemente, el cuerpo de Isabel no era ni mecánico ni propio sino más bien un cuerpo literario o más precisamente, po­ético. O quizás deberíamos decir que Freud escuchó el mito individual que Isabel desconocía llevar inscripto en su cuerpo gozosamente su­friente.
Cuando Freud llama a la teoría de las pul­siones "nuestra mitología", ¿debemos suponer que así desestimaba sus enunciados? Cuando en “Más allá del principio del placer” Freud apela al mito del andrógino para ilustrar la hipótesis de la pulsión que busca el retorno a un estado an­terior, buscando la articulación entre la sexua­lidad y la muerte, Freud habla de que estas son sus "especulaciones". No por ello deja de afir­mar lo que allí dice. ¿Por qué, como dice La­can, "en lo concerniente a la sexualidad Freud nunca intentó rebasar esta forma del mito"[17]? Veremos como, paradójicamente, Lacan lo re­basa... proponiendo otro mito.



[1] Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano, Escritos 1, Ed. Siglo XXI, México, 1980, p g. 315.
[2] S. Freud-G. Groddeck : Correspondencia. Ed. Anagrama, Barcelona, 1977.

[3] Lo Icc, así escrito, fórmula que Freud propone para designar a lo inconciente en su sentido sistemático, el propiamente psicoanalítico. Cf. "Nota acerca del concepto de Inconciente en psicoanálisis" (1912).
[4] Cf. Ibídem nota 1, p. 33
[5] Cf. Ib. nota 1, p. 38.
[6] Ib., p.39
[7] Cf. también las consideraciones que hace Lacan acerca de la medicina moderna, afectada por la ciencia, en "Psicoanálisis y medicina", en Intervenciones y textos, Ed. Manantial, Bs. As., 1985, pp. 86 y ss.
[8] Suponiendo que pudiera existir, entre los mortales parlantes, algo puramente biológico; esto es, supo­niendo que "lo biológico" mismo, como lo sugiere Freud hacia el final del cap. VI de Más allá del principio del placer, no sea también un "lenguaje figurado", una metáfora.
[9] Cf. L. de la Robertie, Le corps (Textes de Jacques Lacan), en Rev. Littoral, no 27/28, Paris, 1989, pp. 157-171.
[10] ¿Quién es responsable de esta multiplicidad de estilos? ¿El cuerpo, con una supuesta autonomía? ¿La estructura? ¿O la posición (el punto de vista) del analista? (Cf. E. Porge, El analista en la historia y en la estructura del sujeto como Velázquez en "Las Meninas", Ed. Escuela Lacaniana de Psicoanálisis).
[11] La expresión "metáfora biológica" no deja de ser engañosa, si bien en primera instancia nos permite un acercamiento a la lectura de algunos pasajes de la obra freudiana. Que leamos como metáforas lo que otros toman como silogismos científicos marca una lectura y una práctica. Sin embargo, no podemos contentarnos con pensar que recurrir a la retórica nos allane el camino sin más. Estas metáforas requieren ser analizadas, descifradas para que realmente sean tales, esto es, que transmitan un plus de sentido. El vaciamiento de sentido explicativo de la biología es un efecto de este desciframiento. Si no lo hacemos, el contra efecto puede ser un retorno de lo biológico en el discurso del psicoanálisis, en expresiones frecuentemente utilizadas (aunque sea vergonzantemente), como "descarga", "metabolización", u otras analogías.
[12] S. Glasman, Resonancias del cuerpo, en Cuadernos de psicoanálisis, año X no 1, Ed. Altazor, Buenos Aires, noviembre 1980.
[13] En la carta del 18-6-25, escribe Freud: "En su Ello no reconozco como es natural a mi Ello, civilizado, burgués, despojado de misticismo. Sin embargo, como sabe, el mío deriva del suyo." Y anteriormente (navidades 1922) le decía: "Pienso que Ud. ha adoptado el Ello (en sentido literario, no asociativo) de Nietzsche. ¿Puedo formularlo así también en mi escrito?" (Cf. op. cit., pp. 112 y 89).
[14] Entendiendo que la metáfora, tal cual Lacan la plantea en, por ejemplo, "La metáfora del sujeto", implica que uno de sus cuatro términos, heterogéneo a los otros tres, sea real. Ver, también, la fórmula de la metáfora empleada por Lacan en el Seminario “La lógica del fantasma”, inédito, sesión del 14-12-66.
[15] Cf. Freud, S., "Estudio comparativo de las parálisis motrices orgánicas e histéricas" (1888/1893), O.C., B. Nueva, t. I, p. 13.
[16] Cf. O.C., B. Nueva, T. I, pág. 124. También ahí, hacia el final de la epicrisis, Freud hace mención al "acto mediante el cual crea el histérico, por simbolización, una expresión somática... tomando al pie de la letra las expresiones metafóricas de uso corriente"(pág. 136).
[17] Cf. Posición del inconciente, pág. 380.

1 comentario:

Marilú Pontí dijo...

Yo recomendaría una alimentaciòn saludable y ejercicio físico, cosa que el "Icc" (Introducción al ceremonial calesitero?...) no haga metástasis, para lo cual descartarìa de plano la dieta de la pólvora mojada (aunque para eso habría que aceptar que la tierra ya no gira alrededor del sol y resignar buena parte de nuestros honorarios...)

Mejor quememos ese cuerpo en la hoguera y apaguemos el incendio con aquel Torre Muga cosecha 2004 que venden en la vinería de Avda Las Heras...

No?...