domingo, 18 de mayo de 2008

El cuerpo y sus vicisitudes (2a. parte)

III.
Sexualidad y muerte; pulsión y libido; satisfacían, goce. Todos términos íntimamente ligados a lo que del cuerpo, siguiendo a Freud y a Lacan, podemos pensar en psicoanálisis. El cuerpo en psicoanálisis es fragmentario porque deviene de estos conceptos fundamentales. Si para su constitución el cuerpo requiere de la imagen del cuerpo del otro en la operación de completamiento imaginario anticipado que Lacan describe como estadio del espejo es porque el destino del cuerpo es fragmentario, esto es que esa imagen del cuerpo está marcada por las lí­neas de fractura que, tras el velo platinado que las cubre, evocan lo imposible de la unidad, lo imposible del retorno, dado que, para consti­tuirse de ese modo, algo ha debido perderse, algo cae fuera. A partir de esa pérdida habrá cuerpo, que ya nunca será propio.
Porque el cuerpo, entonces, no es el orga­nismo, el cuerpo falla en la relación sexual, o mejor dicho, repite la ausencia de relación sexual. Los organismos, macho y hembra, podrían haber sido hechos el uno para el otro, perfecta­mente complementarios y fusionables, como quería Aristófanes. La sabia Madre Naturaleza (como quieren los científicos del sabio positivismo) habría hecho a hombre y mujer perfectamente acoplables. Pero el organismo falta a la cita porque es a través del cuerpo -y solamente así- que los parlantes accedemos a la imposibilidad de esa relación
[1].
El cuerpo, en este sentido, es in-orgánico; el órgano que le falta, y que por eso hace que el cuerpo tome cuerpo, es lo que Lacan, en su propio mito, bautiza como laminilla, designando así a la libido en tanto órganon de la pulsión.

El cuerpo no es un Grundbegrieff, un concepto fundamental del psicoanálisis. Es un problema.
El cuerpo es un palimpsesto, una superpo­sición de capas de escritura que, en ciertos lugares, se hacen visibles como imagen del cuerpo. El resto, lo no visible, lo que no se ofrece a la mirada, es el resto de escritura que permanece mudo: silencio de la vida, pulsión parcial, pulsión de muerte. El mito de la laminilla se inserta en esta mudez.
En “Posición del inconciente”, Lacan, luego de haber planteado los dos movimientos de pro­ducción del sujeto (alienación separación), dice: "En cuanto a la sexualidad que podría re­cordársenos que es la fuerza con que tenemos que vérnoslas (...) Vamos a tratar de aportarle algo más nuevo, al recurrir a una forma que Freud mismo en este asunto nunca pretendió reba­sar: la del mito."
Esta forma es usada argumentativamente por Lacan para tratar de dar "una articulación sim­bólica más que una imagen" a "la relación, en la que el sujeto toma su parte, de la sexualidad, especificada en el individuo, con su muerte."
¿Por qué Lacan hace uso del mito aquí, "en su judo con la verdad", si, según sus propias palabras, es una forma que siempre ha evitado utilizar? Podemos citar a J. B. Ritvo: "El relato mítico tiene una virtud eminente que es su poder de sugerir en y a través de las secuencias que resueltas se encadenan, aquello que ni se resuelve ni se encadena, aquello que es un límite y un punto de detención..., una fuente de enlaces y consonancias que se entrelazan en ningún lugar". Y luego agrega: "El mito no se opone al concepto: lo suplementa y al hacerlo permite que no se cierre sobre sí perdiendo la dimensión de la carencia de marca"
[2]. El cuerpo participa de lo mítico, tomando al mito como posibilidad de narrar épicamente el retorno de un límite imposible[3].
Lacan va a plantear este mito apadrinán­dose en el que Platón le hace decir a Aristófanes en el ámbito de un symposium en el que Eros da que hablar
[4]. Ahí habla Aristófanes de ese "animal primitivo de dos es­paldas en el que se sueldan unas mitades tan firmes al unirse como las de una esfera de Magdeburgo". Forma esférica compuesta por mita­des complementarias que tienden naturalmente la una hacia la otra, buscando restablecer un es­tado anterior. Esto último es lo que Freud en­fatiza al citar este mito como ilustración de sus especulaciones acerca de la pulsión de muerte: el retorno a un estado anterior, reencontrable en la fusión eró­tica[5]
Lacan equipara esta esfera al huevo y, en una maniobra de clara inspiración topológica, produce un desgarro sobre ella. Lo que obtiene es una superficie ultraplana que, en principio, llamar la hommelette y de la cual dirá que es "el fantasma (...) de una forma infinitamente más primaria de la vida". Además de ultraplana, le atribuye ser "omnisciente, por ser llevada por el puro instinto de vida" e "inmortal, por ser escisípara".
Se rompe el huevo para hacer la tortilla, y así "se hace al Hombre (Homme), pero también la Hommelette". Algo, dice Lacan, se escapa en el momento del parto y se pierde para el vi­viente. Eso, que corretea y es intranquilizador ("a nadie le gustaría que eso venga a envolverle el rostro mientras duerme"), eso que se guía por lo "real puro" por lo cual no reconoce obstácu­los, aparece como imposible de educar o de po­nerle trampas.
Este mito "nos presenta la libido como lo que es, o sea un órgano (...) Este órgano debe llamarse irreal, en el sentido en que lo irreal no es lo imaginario y precede a lo subjetivo condicionándolo, por estar enchufado directa­mente en lo real". Y esta libido "en tanto que puro instinto de vida irreprimible, de vida in­mortal (...) es lo sustraído al ser vivo desde que está sometido al ciclo de la reproducción sexuada".
El viviente (ser viviente, no sujeto) pierde la inmortalidad al estar sometido a la sexuación. Pero, agrega Lacan, el ser irreal, no le impide a este órgano encarnarse, estar en relación con el verdadero órgano. Es ahí donde "se decide la función de ciertos objetos", que Lacan escribe como a.
"La libido es esa laminilla que desliza el ser del organismo hasta su verdadero límite, que va más allá que el del cuerpo (...) El sujeto hablante tiene el privilegio de revelar el sen­tido mortífero de ese órgano, y por ello su re­lación con la sexualidad. Esto porque el signi­ficante como tal, al tachar al sujeto de buenas a primeras, ha hecho entrar en él el sentido de la muerte. Por esto ... toda pulsión es vir­tualmente pulsión de muerte."
[6]
Este "órgano de lo incorporal" se encarna haciendo cuerpo de la carne, mediante el Verbo. Eso inexistente que se pierde es el cuerpo quien lo recuerda, cuerpo que deber entonces extra­ñarse en el espejo, haciendo impura la ausencia.
En este sentido es que decíamos que el cuerpo es in-orgánico; el órgano que le falta (la laminilla, la libido, el goce) hace que el cuerpo sea cuerpo. La pulsión, pulsión parcial, pulsión de muerte, busca retornar a este in-or­gánico. Recortando al cuerpo busca el órgano perdido, por definición inhallable.
Cuerpo y organismo quedan escindidos. El cuerpo queda entonces como el lugar equívoco de un acontecimiento anticipado e imposible: el rencuentro con lo real de la vida, con el goce de la vida. Aún en el instante de la muerte la llegada es a destiempo. No porque haya un cuerpo que perezca y un alma que trascienda sino porque la disyunción cuerpo-goce (tal como la plantea Lacan en “La lógica del fantasma”) está marcada a fuego como condición y como causa. Como dice M. Blanchot, no hay posibilidad de mo­rir en "el momento justo", porque "lo propio de la muerte es su injusticia, su falta de preci­sión"
[7]. El cuerpo no es lo mortal sino que está marcado por este "ser mortífero". Pierde la inmortalidad, aunque no por ello gana la muerte. No hay certeza de la muerte como no hay certeza del cuerpo que siempre, al intentar apropiárnoslo, queda un paso más allá , siempre como monumento evocador de la imposible conjun­ción de significante y sexualidad.



IV.
Entonces ,que "lo Icc es el auténtico me­diador entre lo psíquico y lo somático" implica que esta mediación no reúne sino que media desde un lu­gar de ex-centricidad.
Que la laminilla se encarne implica, pre­viamente, posibilidad de metáfora. Si no hay metáfora que encadene al goce en su vacío el cuerpo no dejar de ser organismo, pero entonces tampoco habrá sujeto posible sino "ser vi­viente".
La distinción entre alma y cuerpo, que Freud defiende a rajatabla ante el monista Grod­deck, retorna al plantear la cuestión del lla­mado fenómeno psicosomático
[8]. Rescatar este dua­lismo no es más que sostener a lo Icc como la hiancia lógicamente necesaria entre cuerpo y goce, única posibilidad de leer, en psicoanálisis, lo que del cuerpo comporta como "rechazo del goce, para que pueda ser alcanzado en la es­cala invertida de la Ley del deseo"[9].
El cuerpo se extraña en el espejo, y el goce que el sujeto extraña es lo que ahí no se refleja. Imposibilidad del cuerpo, tan clara como la imposibilidad de agotar una metáfora.

Leonardo Leibson

Notas:
[1] "El cuerpo no escribe prosa, desconoce la cópula que se refugia en el lenguaje, practica el verbo como pasaje del sujeto a su división en el goce". S. Glasman, op cit.
[2] J. B .Ritvo, Mito, paternidad y metapsicología, en Rev. Conjetural no 12, Ed,. Sitio, Bs. As., abril de 1987.
[3] J. B. Ritvo, Mito, castración y goce, en Rev. Conjetural no 15, Ed. Sitio, Bs. As., abril de 1988.
[4] Platón, El banquete, Edim‚, Madrid, págs. 32 y ss.
[5] No necesariamente de los sexos macho-hembra, por­que Aristófanes se encarga de aclarar que podría haber esta tendencia erótica al reencuentro también entre dos mitades macho o dos mitades hembras; pero queda de todos modos afirmada la idea de dos mitades complementarias que podrían reunirse, lográndolo por el amor. Quizás sea más interesante la versión judía del mito: "Adán fue creado originalmente de un cuerpo masculino y otro femenino unidos por la espalda (...) Dios dividió al andrógino y dio a cada mitad una nueva parte trasera. A esos seres separados los puso en Edén, prohibiéndoles que se unieran". ("Los mitos hebreos", de R. Graves y J. Patai, citado en Rev. Uruguaya de psicoanálisis, no 61, p g. 55. El subrayado es mío.)
[6] Cf. Posición del inconciente, Escritos 2, Siglo XXI, México 1980, pp. 380 y ss. También Lacan re­toma el mito de la laminilla en el Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, ........., especialmente en la sesión del 20-5-64 (pág...........).
[7] Cf. M. Blanchot, El espacio literario, Ed. Paidós, pág. 107.
[8] El sujeto no podrá ya apropiarse de la muerte, aunque a veces lo intente a través de su cuerpo. Quizás podríamos ubicar aquí al llamado "psicosomático", que cree estar siempre más acá de la muerte y por eso la busca como se busca en el amor: dando lo que no tiene, dando su organismo. Ese organismo que no tiene, en tanto es parlante, pero que parece tener, aunque bajo una forma diversa al cuerpo: la del cadáver. Cadáver insepulto del fenómeno psicosomático: lo lesional, la necrosis, la muerte amputante. ¿Cómo ubicar este cadáver en relación al cuerpo? Si el cuerpo es metáfora (intersección de lo simbólico y lo imaginario) el cadáver es retorno desde lo real de lo que no pudo metaforizarse. Tal vez es por eso que el "psicosomático" habla de el organismo y no de su cuerpo. Parafraseando a Lacan podríamos decir que el "psicosomático" es un "sin-cuerpo": la no puesta en juego de ciertos significantes hace que el cuerpo como metáfora, sustitución de esa pérdida, no se constituya como tal.
Muchos intentos de abordar al "psicosomático" recaen en la vía de la analogía, compuesta por cuatro términos homogéneos y proporcionales. La experiencia muestra que si de algo padece el "psicosomático" es de proporcionalidad. Quizás se trata de restablecer una improporción, por la vía de la metáfora, para que el "psicosomático" pueda hacer cuerpo, y perderlo. Si no, lo que encuentra es el cadáver. ¿Será entonces el jeroglífico psicosomático un intento fallido de reencontrar el deseo por la vía de la cadaverización parcial del cuerpo?
[9] Subversión del sujeto..., pág. 338

sábado, 10 de mayo de 2008

El cuerpo y sus vicisitudes (1a. parte)

El cuerpo y sus vicisitudes

"El psicoanálisis implica por supuesto lo real del cuerpo y de lo imaginario de su esquema mental"
J. Lacan[1]

El cuerpo, un supuesto del psicoanálisis. ¿Un supuesto saber, un supuesto extraño? Hay una multitud de preguntas que pueden formularse acerca del cuerpo y su lugar en la teoría y la práctica del psicoanálisis. En lo que sigue, intentaremos acercarnos a alguno de los recorri­dos posibles a los que esas preguntas nos lle­van. Tratar de pensar al cuerpo no sólo como un "fenómeno" ni tampoco como una imagen que su­puestamente debería descartarse, sino como una cuestión que nos atañe en tanto analistas.

I.

"El acto inconciente ejerce una intensa influencia plástica sobre los procesos somáti­cos"
"El Icc constituye la auténtica mediación entre lo corporal y lo anímico."
S. Freud a G. Groddeck[2]

Alma y cuerpo : distinción clásica que de múltiples maneras se ha reiterado a lo largo de siglos de cultura, sufriendo innumerables inten­tos tanto de afirmación como de confutación. Alma y cuerpo, distinción que fue planteada tanto en términos de complementariedad dialéc­tica como de oposición insalvablemente contra­dictoria . Tanto se intentó reunirlos como se­pararlos tajantemente, ambas actitudes defendi­das con encendida pasión.
A primera vista, esta parece una cuestión ajena al psicoanálisis. Sin embargo podemos afirmar que aparece, bajo varias formas, en el discurso de los psicoanalistas, comenzando por el mismo Freud.
¿Cómo entender que "el Icc constituye la auténtica mediación entre lo corporal y lo aní­mico"? En este enunciado podemos subrayar algu­nos puntos. En primer lugar: lo Icc[3] se di­ferencia de anímico y de alma, términos que, sin embargo, Freud utiliza por doquier. Suponiendo que no tomaba al alma en sentido religioso sino en uno más filosófico-psicológico (sustancia que da vida, que anima la materia), este alma esta­ría tan separada del cuerpo como de lo Icc.
En segundo lugar, que el Icc sea la autén­tica mediación, ¿implicaría que puede haber fal­sas mediaciones? ¿Qué quiere decir aquí au­téntica?
Debemos situar esta frase en su contexto. Freud responde a una carta de Groddeck en la que este le solicita su reconocimiento como psicoa­nalista. Para obtenerlo, relata su cambiante experiencia con los textos freudianos y su par­ticular apreciación y utilización de ellos. En esa carta dice Groddeck: "... el cuerpo y el alma constituyen una cosa común, en ellos se en­cierra un Ello, una fuerza por la que somos vi­vidos mientras creemos que somos nosotros quie­nes vivimos... Desde un principio he rechazado la separación entre dolencias corporales y aní­micas, he tratado de tratar al hombre individual en sí, y al Ello que hay en él, he intentado, en fin, hallar un camino que conduzca a lo intran­sitado e intransitable"[4]. Cuenta sus expe­riencias con pacientes, incluyendo algunos lo­gros, y de como se topó con la transferencia y la resistencia. Concluye preguntando a Freud si le parece lícita esta ampliación del concepto de inconciente.
Freud responde rápidamente: "hace mucho que no he recibido una carta que me haya ale­grado e interesado tanto", y dice que le escri­bir con "sinceridad analítica". Unas líneas más abajo da su veredicto: "tengo que afirmar que es Ud. un espléndido psicoanalista que ha comprendido plenamente el núcleo de la cuestión. Quien reconoce que la transferencia y la resis­tencia constituyen los centros axiales del tra­tamiento pertenece irremisiblemente a la horda de los salvajes." Freud aprueba y suma un dis­cípulo. Incluso, extendiendo su sinceridad, le hace una confesión: "no es preciso ampliar el concepto de Icc para abarcar sus experiencias relativas a afecciones orgánicas. En el artículo que Ud. menciona (“Lo inconciente”) hallará una breve nota: "Guardaremos para otro contexto la mención de otra prerrogativa importante del Icc". Quiero confesarle lo que aquí me reser­vaba: la afirmación de que el acto inconciente ejerce una intensa influencia plástica sobre los procesos somáticos(...)"[5].
En rigor, nos cuesta decir qué es lo in­confesable de esta "confesión". Desde sus pri­merísimos artículos referidos a la histeria y a los mecanismos conversivos, esto estaba clara­mente expuesto y publicado. Dos preguntas en­tonces: ¿por qué Freud se reserva para esta oca­sión lo que no publica en ese lugar?; y ¿por qué piensa que Groddeck podría ser capaz de es­cuchar esta afirmación que casi resuena como una pregunta? ¿Pregunta por los misterios de "lo somático", ante la cual Groddeck aparecería como apto para despejar?
De todos modos y junto con su entusiasmo Freud también le expresa sus reservas críticas: "¿Por qué desde su bonita base se arroja Ud. a la mística, suprime la diferencia entre lo aní­mico y lo corporal, y se aferra a teorías filosóficas que no vienen al caso?... Es cierto que lo Icc constituye la auténtica mediación entre lo corporal y lo anímico, acaso el tanto tiempo buscado "missing link". Mas, que al final lo hayamos descubierto no nos permite ver más le­jos... Me temo que sea Ud. también un filósofo y tenga la inclinación monística de menospreciar las bellas diferencias de la naturaleza en aras de la seductora unidad. ¿Acaso con ella nos li­bramos de las diferencias?"[6].
Freud se deja tomar como maestro, acepta, en cierto modo, la transferencia de Groddeck, deja lugar a un despliegue. A esto Groddeck responder profusamente, tanto en sus declara­ciones de amor a Freud como en su producción es­crita, de una abundancia y variedad notables (cartas, artículos, libros completos, incluida una novela, quizá lo que más agradó a Freud). A lo largo de toda su correspondencia, Freud no pierde oportunidad para amonestar a Groddeck por su tendencia al misticismo a la vez que lo in­centiva a presentar sus escritos teóricos o li­terarios ante el resto de los psicoanalistas. Podríamos decir que si bien rechaza de plano la intención místico-monista de fusionar alma y cuerpo, se interesa por lo que Groddeck dice in­tentar: reubicar al cuerpo en un más allá del discurso médico, plantear un Ello que excede al voluntarismo científico desconocedor no sólo del inconciente sino del alma misma.
La medicina (y no sólo la actual) siempre ha encontrado sentidos en y para el cuerpo. La­can, en el Seminario XI, dice: "En el límite, la ciencia primitiva sería... una especie de téc­nica sexual... Tan solo que llega un momento en que la amarra con la iniciación sexual del meca­nismo se rompe... y esta ruptura se realiza tanto más tarde cuanto más implícita, menos se­ñalizada, está la función del significante"[7].
Es sabido que a partir de Freud el cuerpo se ha desamarrado de lo puramente biológico[8]. Así como el instinto de la biología ( o de la psicología) deja paso a la pulsión (Trieb), así también el cuerpo deja de ser el organismo concebido como una máquina cuasi-perfecta con leyes cognoscibles y predecibles. El cuerpo deja de ser esa unidad cientifizable, se frag­menta en el mismo momento de soltar amarras.
Agreguemos que ese soltar amarras de Freud con respecto al saber médico-biológico es, si­multáneamente, un quemar las naves: no hay re­torno posible ya. Entonces, ¿de qué se trata cuando en psicoanálisis hablamos de cuerpo?
La experiencia parece indicar que se trata, básicamente, de un equívoco. El cuerpo (sus apariciones) es equívoco en la clínica; no podría dejar de serlo en la teoría.
Para Freud el cuerpo es un límite, que se revela como tal, en toda su magnitud, al hablar de lo unheimliche, lo siniestro. El cuerpo es lo extraño en lo familiar, pero no por sí mismo (aquí lo enigmático) ni por sus determinaciones biológicas (aquí el desamarre), sino por estar íntimamente vinculado a la sexualidad y a la muerte. Para Lacan, el cuerpo pasa por distin­tos momentos de su enseñanza, recorriendo, no sin dificultades, diversas vicisitudes en su ar­ticulación con lo simbólico, lo imaginario y lo real[9].
No tener en cuenta al cuerpo como equívoco (o dicho de otra manera: como metáfora) o pensar que la cuestión se resuelve de un plumazo di­ciendo que "el cuerpo es imaginario", es no te­ner en cuenta las dificultades que este cuerpo ofrece. Dificultades derivadas, en parte, de la multiplicidad de versiones del cuerpo en la clí­nica. Casi podría plantearse una estilística de estas variaciones: histeria, neurosis obsesiva, perversiones, hipocondría, sindrome de Cottard, "fenómeno psicosomático", etcétera[10]. Asi­mismo, las dificultades para leer ciertas metáforas biológicas[11] en Freud e incluso en Lacan. Motivos suficientes para intro­ducir el equívoco del cuerpo planteado como pre­gunta: ¿de qué se trata cuando se habla del cuerpo en psicoanálisis?

II.
"Si el sentido es lo que resuena con la ayuda del significante, el cuerpo sólo lo hace mediante la poesía. La resonancia es de vacío, de falta, efecto de agujero. Efecto que - no otro - entrelaza los cuerpos de la poesía con la poesía del cuerpo en los bordes de su escri­tura... El sujeto del inconciente no toca el alma sino a través del cuerpo."
S. Glasman[12]

Retomemos la curiosa relación epistolar entre Freud y Groddeck. Podríamos aventurar la hipótesis de que a Freud le resultaba más inte­resante Groddeck como escritor que como médico. De hecho, lo atractivo (a la vez que "peligroso") de la propuesta de Groddeck (y quizás a pesar de él mismo) consiste en esta suerte de trans-biologización del cuerpo, esto es, la posibilidad de leer en un cuerpo enfermo un or­ganismo transfigurado por el lenguaje: un cuerpo que se estructura como un síntoma, por el len­guaje.
Incluso el Ello que propone Groddeck no deja de ser una metáfora que Freud adopta, aun­que luego le dirá que "mi Ello no es el suyo"[13].
Podríamos postular entonces que lo que Freud lee en los planteos de Groddeck son las resonancias de un cuerpo que solo puede ser en­tendido como intermediado por lo inconciente, por las leyes de lo inconciente: condensación y desplazamiento. Hoy podemos agregar: un cuerpo hecho a fuerza de metáfora y metonimia, un cuerpo creado por la retórica que lo intermedia en tanto que, propiamente, lo engendra.
El cuerpo es metáfora porque es cicatriz que viste una desnudez: la desnudez descarnada del significante. El cuerpo es metáfora porque anticipa un plus de sentido inaprensible que evoca el goce imposible de otro cuerpo que ha­bría sido propio. El cuerpo es metáfora porque siempre se lo ubica cuando se trata de sustituir ese goce perdido. Y siendo metáfora, el cuerpo participa de la poesía y de lo mítico[14].
En otra carta a Groddeck, de 1921, Freud escribe: "tengo un talento especial para conformarme con lo fragmentario".
El cuerpo que para la medicina era una ma­quinaria totalizada e idéntica (para la medicina científica todos los cuerpos son El cuerpo, siempre el mismo), desde el psicoanálisis apa­rece fragmentado. Y es por esta fragmentación que se singulariza. Las parálisis histéricas no siguen las vías de una anatomía idéntica que no reconoce diferencias sino que recortan territo­rios singulares dibujando así una anatomía "vulgar", esto es, específica[15]. La unidad natural del cuerpo se fragmenta y "las bellas diferencias de la naturaleza" aparecen insalva­bles, aunque quizás no tan bellas.
Asimismo, el "cuerpo propio" de la psico­logía, sustento de la identidad, se vuelve un cuerpo extraño, un Ello (no como portador de un saber, como le suponía Groddeck, sino como ter­cera persona que, como bien aclara Benveniste, no es ninguna persona). El cuerpo-microcosmos, cargado de significados reveladores del macro­cosmos, pasa a padecer del significante, a per­der sentido, a convertirse, nuevamente, en un problema.
Freud, al comienzo de la epicrisis del historial de Isabel de R., se disculpa porque su exposición sea más literaria que científica[16]. Es que haber escuchado la literalidad de lo que Isabel decía a partir del cuerpo lo llevaba ine­vitablemente a eso. Evidentemente, el cuerpo de Isabel no era ni mecánico ni propio sino más bien un cuerpo literario o más precisamente, po­ético. O quizás deberíamos decir que Freud escuchó el mito individual que Isabel desconocía llevar inscripto en su cuerpo gozosamente su­friente.
Cuando Freud llama a la teoría de las pul­siones "nuestra mitología", ¿debemos suponer que así desestimaba sus enunciados? Cuando en “Más allá del principio del placer” Freud apela al mito del andrógino para ilustrar la hipótesis de la pulsión que busca el retorno a un estado an­terior, buscando la articulación entre la sexua­lidad y la muerte, Freud habla de que estas son sus "especulaciones". No por ello deja de afir­mar lo que allí dice. ¿Por qué, como dice La­can, "en lo concerniente a la sexualidad Freud nunca intentó rebasar esta forma del mito"[17]? Veremos como, paradójicamente, Lacan lo re­basa... proponiendo otro mito.



[1] Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano, Escritos 1, Ed. Siglo XXI, México, 1980, p g. 315.
[2] S. Freud-G. Groddeck : Correspondencia. Ed. Anagrama, Barcelona, 1977.

[3] Lo Icc, así escrito, fórmula que Freud propone para designar a lo inconciente en su sentido sistemático, el propiamente psicoanalítico. Cf. "Nota acerca del concepto de Inconciente en psicoanálisis" (1912).
[4] Cf. Ibídem nota 1, p. 33
[5] Cf. Ib. nota 1, p. 38.
[6] Ib., p.39
[7] Cf. también las consideraciones que hace Lacan acerca de la medicina moderna, afectada por la ciencia, en "Psicoanálisis y medicina", en Intervenciones y textos, Ed. Manantial, Bs. As., 1985, pp. 86 y ss.
[8] Suponiendo que pudiera existir, entre los mortales parlantes, algo puramente biológico; esto es, supo­niendo que "lo biológico" mismo, como lo sugiere Freud hacia el final del cap. VI de Más allá del principio del placer, no sea también un "lenguaje figurado", una metáfora.
[9] Cf. L. de la Robertie, Le corps (Textes de Jacques Lacan), en Rev. Littoral, no 27/28, Paris, 1989, pp. 157-171.
[10] ¿Quién es responsable de esta multiplicidad de estilos? ¿El cuerpo, con una supuesta autonomía? ¿La estructura? ¿O la posición (el punto de vista) del analista? (Cf. E. Porge, El analista en la historia y en la estructura del sujeto como Velázquez en "Las Meninas", Ed. Escuela Lacaniana de Psicoanálisis).
[11] La expresión "metáfora biológica" no deja de ser engañosa, si bien en primera instancia nos permite un acercamiento a la lectura de algunos pasajes de la obra freudiana. Que leamos como metáforas lo que otros toman como silogismos científicos marca una lectura y una práctica. Sin embargo, no podemos contentarnos con pensar que recurrir a la retórica nos allane el camino sin más. Estas metáforas requieren ser analizadas, descifradas para que realmente sean tales, esto es, que transmitan un plus de sentido. El vaciamiento de sentido explicativo de la biología es un efecto de este desciframiento. Si no lo hacemos, el contra efecto puede ser un retorno de lo biológico en el discurso del psicoanálisis, en expresiones frecuentemente utilizadas (aunque sea vergonzantemente), como "descarga", "metabolización", u otras analogías.
[12] S. Glasman, Resonancias del cuerpo, en Cuadernos de psicoanálisis, año X no 1, Ed. Altazor, Buenos Aires, noviembre 1980.
[13] En la carta del 18-6-25, escribe Freud: "En su Ello no reconozco como es natural a mi Ello, civilizado, burgués, despojado de misticismo. Sin embargo, como sabe, el mío deriva del suyo." Y anteriormente (navidades 1922) le decía: "Pienso que Ud. ha adoptado el Ello (en sentido literario, no asociativo) de Nietzsche. ¿Puedo formularlo así también en mi escrito?" (Cf. op. cit., pp. 112 y 89).
[14] Entendiendo que la metáfora, tal cual Lacan la plantea en, por ejemplo, "La metáfora del sujeto", implica que uno de sus cuatro términos, heterogéneo a los otros tres, sea real. Ver, también, la fórmula de la metáfora empleada por Lacan en el Seminario “La lógica del fantasma”, inédito, sesión del 14-12-66.
[15] Cf. Freud, S., "Estudio comparativo de las parálisis motrices orgánicas e histéricas" (1888/1893), O.C., B. Nueva, t. I, p. 13.
[16] Cf. O.C., B. Nueva, T. I, pág. 124. También ahí, hacia el final de la epicrisis, Freud hace mención al "acto mediante el cual crea el histérico, por simbolización, una expresión somática... tomando al pie de la letra las expresiones metafóricas de uso corriente"(pág. 136).
[17] Cf. Posición del inconciente, pág. 380.

viernes, 18 de abril de 2008

Seminario: "El cuerpo en la práctica psicoanalítica"

Título del seminario: EL CUERPO EN LA PRÁCTICA PSICOANALÍTICA

Facultad de Psicología, U.B.A.
Secretaría de Extensión Universitaria

Coordinador general: Leonardo Leibson. (leibson@fibertel.com.ar)


Objetivo general del curso:
Desarrollar la noción de cuerpo en psicoanálisis, a partir de conceptos de Freud y de Lacan, considerado en sus diversas presentaciones clínicas.

Objetivos específicos del curso:
Identificar las diferencias entre la concepción de cuerpo en psicoanálisis y la que considera la ciencia médica.
Abordar las nociones de cuerpo en diferentes momentos de la obra de Freud y Lacan.
Aproximarse a las presentaciones del cuerpo en la clínica psicoanalítica (neurosis, psicosis, perversión)
Conocer los modos en que se hace lugar en la práctica analítica a las enfermedades orgánicas y al llamado fenómeno psicosomático.
Reconocer la importancia de la transferencia en el abordaje del cuerpo en psicoanálisis.

Contenidos:
I. Localizaciones del cuerpo en Freud:
a) El síntoma neurótico y la formulación de un cuerpo erógeno diferenciable del cuerpo biológico.
b) El síntoma psicótico y la introducción del narcisismo. Su vinculación con la estructuración del yo y la de un cuerpo unificado.
c) La escena perversa: el cuerpo que puebla las fantasías neuróticas.

II. Dimensiones del cuerpo en Lacan: “lo real es el misterio del cuerpo que habla”.
a) simbólica (el lenguaje como cuerpo sutil; el cuerpo como superficie de inscripción de la marca significante).
b) imaginaria (la imagen del cuerpo constituida a partir de la imagen del otro; la consistencia de lo imaginario).
c) real (el objeto a como “añico del cuerpo”; el goce Otro “fuera de simbólico”).

III- Presencia y pregnancia del cuerpo en la práctica psicoanalítica: el cuerpo de las estructuras clínicas. Los síntomas “actuales”. El cuerpo en transferencia.

Marco conceptual: Psicoanálisis.

Modalidad de cursada: Clases teórico-prácticas con presentación y discusión de relatos clínicos.

Día y horario de cursada: Sábados de 13 a 15 hs

Inicio: Sábado 10 de mayo de 2008